Hay olores y sabores que nos evocan a otras etapas, que nos
hacen retroceder en el tiempo para volver a inmortalizar, a sentir, a vivir… En mi caso, me ocurre cada vez que vuelvo a Burgos. Un paseo por sus calles, el cartel de un establecimiento, la casa
de mis abuelos, el olor a castañas asadas, la nieve… todo me recuerda a mi
infancia porque allí nací y allí pasé mis primeros años. Aunque me fui pequeña
de aquella ciudad, el vínculo jamás se ha roto. Voy con mucha frecuencia y en
cada uno de mis viajes hay algo, muchas cosas... que me recuerdan una etapa
pasada en la que no pude ser más feliz. Y uno de los recuerdos más especiales
es el olor a dulce de la pastelería Juarreño. Recuerdo salir de la casa de mis
abuelos y parar allí a merendar. También conservo en la memoria, como si fuera hoy, el
establecimiento, el mostrador… el olor a
bollo recién hecho y a día de hoy, en cada una de mis visitas a Burgos, Juarreño es parada obligada. Empezó como un solo establecimiento y a en la actualidad son un
gran grupo que aglutina diferentes líneas de negocio, todas vinculadas a la
restauración. Tienen varios locales de tapeo, 'La Lorencita' y 'La Lesmería' y para el postre las pastelerías 'Juarreño', así como la heladería 'Sucrem' y ah! Azúcar y Harina, una de las últimas pastelerías en abrir, que además de pastelería es
panadería y que ya sólo desde fuera se intuye algo bueno.
Si algo me ha llamado la atención de Juarreño es su capacidad para adapatarse a los nuevos tiempos, ese don para renovarse, para reiventarse. Muchas cosas, muchísimas, han cambiado desde aquellas meriendas en el Juarreño. Pero entre tanto cambio jamás han perdido su esencia, esa autenticidad y saber hacer, esa personalidad que imprimen en cada una de sus creaciones. Han sido, son y serán un referente en Burgos en lo que a alta repostería se refiere, porque solo ellos han sabido arriesgar e introducir un concepto diferente.
'Azúcar y Harina' es una pastelería que ha apostado por la
innovación. Productos de siempre, de una calidad inmejorable, pero presentados
con una decoración exquisita. Es prácticamente imposible pasar por la Calle San
Lesmes y no querer entrar, y si hemos atravesado el umbral, entonces sí que imposible
no sucumbir a sus dulces, a sus pasteles, tartas… Una parada obligada en la ciudad del Cid.